Estuve en la mierda cuando perdí al que consideraba «el amor de mi vida», tras su inesperado abandono experimenté la oscuridad y es en ella donde pude descubrir que yo me había abandonado a mí misma mucho tiempo atrás.
Desde niña aprendí la importancia de estar siempre disponible para los demás. Asimilé que priorizar mis necesidades y deseos era un acto egoísta, y que era importante mostrarme agradable independientemente de cómo me sintiera.
Eso me llevó a generar ciertos pilotos automáticos que sin yo saberlo guiaron mi vida durante mucho tiempo y sobre todo, favoreció que poco a poco mi cerebro integrara un mensaje que no cuestionaba; “mereces ser querida por lo que haces”.
Así que yo hacía. Y mucho.
Era amable, solicita, encantadora, entendía y justificaba todo. Lo cual era algo estupendo, pero al mismo tiempo, tenía un coste demasiado alto. No sabía poner límites, no sabía decir que no y no sabía cómo tenerme en cuenta sin sentirme después fatal por ello.
Aprendí que mi amor tenía que ser incondicional. (Alerta spoiler: el amor tiene que tener condiciones. Cuando el coste de mantenerlo eres tú misma, no deberías llamarlo amor, ni deberías quedarte ahí, sea cual sea la relación que te une a esa persona). Todo esto tuvo como consecuencia que yo me desconectara de mí misma.
Estaba tan atenta “afuera” y a todo lo que creía que el resto esperaba o necesitaba de mí, que no tenía ni la más remota idea de lo que yo quería, deseaba o necesitaba. Ni hablamos entonces de poder comunicarlo.
Desde niña aprendí la importancia de estar siempre disponible para los demás. Asimilé que priorizar mis necesidades y deseos era un acto egoísta, y que era importante mostrarme agradable independientemente de cómo me sintiera.
Eso me llevó a generar ciertos pilotos automáticos que sin yo saberlo guiaron mi vida durante mucho tiempo y sobre todo, favoreció que poco a poco mi cerebro integrara un mensaje que no cuestionaba; “mereces ser querida por lo que haces”.
Así que yo hacía. Y mucho.
Era amable, solicita, encantadora, entendía y justificaba todo. Lo cual era algo estupendo, pero al mismo tiempo, tenía un coste demasiado alto. No sabía poner límites, no sabía decir que no y no sabía cómo tenerme en cuenta sin sentirme después fatal por ello.
Aprendí que mi amor tenía que ser incondicional. (Alerta spoiler: el amor tiene que tener condiciones. Cuando el coste de mantenerlo eres tú misma, no deberías llamarlo amor, ni deberías quedarte ahí, sea cual sea la relación que te une a esa persona). Todo esto tuvo como consecuencia que yo me desconectara de mí misma.
Estaba tan atenta “afuera” y a todo lo que creía que el resto esperaba o necesitaba de mí, que no tenía ni la más remota idea de lo que yo quería, deseaba o necesitaba. Ni hablamos entonces de poder comunicarlo.
Actualmente, pienso que el estudiar Psicología pudo tener que ver con esta vocación de ayuda a las personas, sin embargo, en ello también quiero ver un matiz de rebeldía.
La excusa perfecta para poder conocerme y empezar a poner palabras a aquello que me mueve, me emociona y me hace sentir viva.
Así que como te digo, estudié Psicología y me especialicé en Sexología y Terapia de Pareja, porque creo firmemente en la importancia de revisar cómo te sitúas en tu relación de pareja y como vives tu sexualidad individual y compartida, para poder disfrutar de ambas y sentirte cómoda en tu propia piel.
No deja de ser curioso, que en el área de la pareja y la sexualidad, sea tan importante el conocimiento personal, la comunicación, la expresión de necesidades, la conexión contigo y con tu cuerpo…
En esas estaba, cuando con 20 años, conocí al que enseguida catalogué como “el amor de mi vida”.
No es que fuera una romántica empedernida, pero chica, a veces la vida (y Disney) tiene estas cosas.
Comenzamos una relación que duró 12 años, y mientras yo disfrutaba de nuestro amor, de nuestros encuentros sexuales, de nuestros abrazos… y vivía ensoñada fantaseando con nuestro futuro juntos. En ese mismo momento; él me dejó.
¡Zasca en toda la cara!
Así, de un día para otro, sin esperarlo.
Eeeeee… como explicarlo…
La ruptura me lanzó sin paracaídas a una espiral de dolor, miedo, y soledad. Sin embargo, ahora puedo decirte que esos momentos jodidos y duros, me permitieron conocerme y priorizarme como nunca lo había hecho. Me permitieron aprender de mis emociones y comenzar a comunicarme de una forma en la que me tengo en cuenta.
Esas vivencias y los aprendizajes asociados se convirtieron en mi historia. Lo he vivido en mi propia piel, y te aseguro que no hay máster ni formación, que pueda igualar eso.
Desde entonces, utilizo mi formación, mi experiencia y mi propia vivencia, para poder guiarte en un viaje en el que vas a poder descubrirte y priorizarte, para vivir tu sexualidad y tus relaciones de pareja, desde el autoconocimiento, la consciencia y la libertad.
¿Vienes conmigo?
Mientras a algunas parejas les cuesta horrores entenderse, existe otro pequeño grupo que disfruta de una comprensión genuina y una conexión sexual plena.
Te acompaño en un viaje de reconexión contigo misma y con tu compañero emocional.
O compañera
O compañere
Ya me entiendes.
A lo que iba, en ALAS vas a descubrir qué tienen en común quienes forman parte de este pequeño grupo y cómo tú, también puedes formar parte del mismo.
Mientras a algunas parejas les cuesta horrores entenderse, existe otro pequeño grupo que disfruta de una comprensión genuina y una conexión sexual plena.
Te acompaño en un viaje de reconexión contigo misma y con tu compañero emocional.
O compañera
O compañere
Ya me entiendes.
A lo que iba, en ALAS vas a descubrir qué tienen en común quienes forman parte de este pequeño grupo y cómo tú, también puedes formar parte del mismo.